¿Cómo cambiar el mundo a través de un buen negocio? ¿Cómo crear felicidad haciendo un negocio? ¿Cómo cuidar el medio ambiente y a la gente siendo sustentables? ¿Cómo hacer negocios y aún así, seguir jugando? Parece un juego de coincidencias, match de ideas y sueños. Probar hasta encontrar la punta del ovillo: esa primera idea que, como materia prima, empieza a hacer sentido. Así surge Ondulé. de tres cabezas creativas y juguetonas: Matías Portela, Santiago Guzman y Guillermo Costa, en el 2010.
“Entre todas las ideas que se nos ocurrieron fue la de los juguetes de cartón la que nos movilizó. Brindar felicidad a los chicos y cuidar el medio ambiente respondiendo a una problemática actual: cómo mantener, en un mundo hiperconectado, el contacto con juguetes y objetos offline que permitan desarrollar los 5 sentidos y no solamente dos como las computadoras, celulares, tablets y televisores”, relata Matías. Santiago se remonta al orígen.
“El diseño de triple impacto nos llevó a conocer personas que tienen empresas y comparten la misma visión. Combinan el lucro con la solución a problemas sociales y ambientales aspirando a ser mejores para el mundo. Este proceso nos llevó a convertirnos en empresa B y sumarnos a la Comunidad de Empresas B de Córdoba”.
Es siempre el desafío de, donde hay un problema, ver una oportunidad. En el caso de Ondulé, por ejemplo, fué ver el cartón de desecho como un insumo para otro proceso productivo: la creación de juguetes. Eliminando además una situación problemática que es la de la generación de la basura y, en el proceso, crear trabajo a través del modelo de economía circular con empresas y cooperativas.
Trabajar con triple impacto permite innovar, además de ser una brújula que genera coherencia interna. Entre lo social, ambiental y económico.
Desde lo social Ondulé terceriza el aprovisionamiento y el envasado de los productos en cooperativas de la ciudad de Córdoba como la Cooperativa de Carreros de Villa Urquiza o el Arca Córdoba. Esto se hace con los principios de comercio ético.
Desde lo ambiental, utiliza cartón con alto porcentaje de reciclado para la elaboración de los juguetes. Hasta el momento se trabaja con cartón 70% reciclado, apuntando a lograr un 100% de materia reciclada. El corrugado les permite insertar semillas, las cuales, cuando el juguete queda en desuso, vuelve a la tierra y sigue teniendo un propósito.
Desde lo financiero, la empresa apuesta a procesos de economía circular. Genera alianzas con empresas amigas que proveen el cartón, tal es el caso de IRCA y Toyota. Coordinan la entrega con las cooperativas y diseñan campañas donde los juguetes llegan a familias y a organizaciones sociales a través de donaciones.
Un negocio redondo
Matias nos cuenta, “nuestro proceso de diseño tiene un orden particular. Nosotros no tenemos un diseño establecido de antemano, sino que éste se adapta a la materia prima que vamos consiguiendo. Una vez que tenemos el material nos preguntamos qué hacer. Y el producto es casi una excusa para crear estas circularidades e impacto social”.
Con las cooperativas hay una logística compleja y a la vez artesanal. Las vinculamos con las empresas amigas que separan en orígen. Para que el sistema funcione tanto las cooperativas como las empresas tuvieron que organizarse, definir días y horarios de recolección. Una vez acopiado el cartón, las cooperativas le agregan valor porque en vez de entregar a Ondulé las cajas enteras, las cortan en tiras, según lo que necesitamos para armar los juguetes. Al agregar valor, el cartón es pagado al doble de precio.
Cuando las empresas aportan el cartón, Ondulé lo toma como parte de pago de los juguetes que nos compran. Cada empresa elige luego cómo distribuirlos, a veces son regalos para los empleados, otras veces se hacen donaciones a organizaciones sociales.
IVECO, FPT y New Holland Case son otros ejemplos de visualizar el potencial del residuo para generar valor económico y social a la vez. Una de estas acciones conjuntas entre estas empresas y Ondulé es la campaña de Navidad. Otras empresas con las que también se realizan campañas y procesos de economía circular son Universidad Siglo 21 y Tubos Transelectric.
Juguetes “casi” terminados
Cada niño ve al mundo desde una perspectiva totalmente pura.
Cada actividad encierra un potencial de creatividad y diversión.
Los niños viven, comen, ensucian, juegan, rompen, exploran,
y todo eso porque están aprendiendo a vivir
y conocer el mundo donde viven.
Antes de homo sapiens fuimos homo ludens. Jugar es la forma natural del ser humano para aprender. No hay edad para jugar. Está probado además que los niños que juegan son futuros adultos que se conectan mejor con las personas y con su entorno.
“Elegimos que el concepto de los juguetes fuera el de un espacio de juego inconcluso. Esto propone una vinculación intergeneracional del niño con padres, madres y personas mayores. El juego pide que el adulto intervenga en el proceso, por ejemplo, ayudando con el troquelado de las partes y el ensamblaje. Podríamos entregar todas las piezas cortadas pero entonces no habría excusa para que la persona adulta también se involucre en el juego”, enfatiza Matías.
Este concepto del “casi” también encierra desafíos. Uno de ellos, ¿cómo lograr que toda la materia prima vuelva al punto de origen, osea a la tierra? Al vender los juguetes en jugueterías, no se sabe a ciencia cierta en qué queda el juguete. Se invita a reciclarlo, a replantarlo, pero en realidad no se sabe qué pasa. Si es que la mamá o el papá lo tiran a la basura o queda arrumbado en una estantería. “Volviendo a soñar, nos gustaría que cada juguete vuelva a generar una planta. También como empresa B tenemos el desafío de crear una propuesta para la generación de carbono. Ya no alcanza con medirlo o neutralizar la huella, hay que generar más. Parte del Compromiso 2030 (firmado por los jefes de Estado y de Gobierno de los países miembros de Naciones Unidas) para el desarrollo sostenible es ese, avanzar, sin dejar a nadie atrás” concluye el equipo.
Te dejamos algunas inquietudes para que sigas pensando…
¿Por qué llevar adelante un negocio sustentable?
Cada vez es más urgente la necesidad de incluir una mirada ética sobre lo ambiental y social en la empresa, dado el grado de colapso y destrucción que evidencia nuestro planeta. Otras razones son: el aumento del número de consumidores responsables que buscan productos y servicios que cuiden el medio ambiente y que sean elaborados por empresas con buenas condiciones laborales para sus empleados. Por otra parte, avanza la conciencia sobre el respeto y bienestar animal que destaca los “productos cruelty free”, la posibilidad de acceder a financiamientos para emprendimientos sustentables y la tendencia de empresas consolidadas que buscan introducir dentro de su cadena de valor a pequeñas empresas sustentables.
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